Era
el dÃa del casting. No tenÃa demasiadas esperanzas. Las modelos, casi todas,
eran muñecos de plástico y silicona. Barbies postizas. Yo buscaba algo natural
y sin añadidos artificiales. La naturaleza pura de la madurez humana. Sin
retoques.
Varias
modelos habÃan pasado ya ante mÃ. Ninguna daba el perfil. Revisando el resto de
perfiles, solo dos, por fin, me llamaron la atención. Sin embargo, uno de ellos
me daba una sensación que no sabrÃa explicar. TendrÃa que verla en persona.
HabÃa
cambiado de opinión. No querÃa que me mostrasen su talento de modelar. QuerÃa
ver su hermosa cara sin maquillaje. TenÃa que examinarla. Las anteriores
llevaban un cargamento de maquillaje. Me dirigà al director del casting:
― No avises de los cambios ―querÃa que fuese un factor
sorpresa.
La
siguiente en entrar era una señora de unos cuarenta años. Demasiado flaca. Le
pedà que se quitara el maquillaje. Tardó unos minutos en hacerlo. Mi cara de
horror lo decÃa todo. ¡Qué espantosa! Era como esos videos virales de Youtube
en los que las asiáticas, chinas, se quitaban el maquillaje y un porrón de
cosas postizas como una nariz, el mentón… Pues, eso.
Antes
de hablarle, la miré con cuidado.
― ¡Fuera! ―grité. No quierÃa a alguien como ella. No era la
eterna juventud en las mujeres maduras. Era la fealdad en persona―
¡Guardias, sacadla de aquÃ! ¡Ah! Claramente
no has pasado el casting, en tu caso, más te valdrÃa la cirugÃa estética que
cualquier otro potingue en tu rostro, ya que te será mucho más barato.
Los
guardias tomaron de los brazos a la candidata y la sacaron de la sala. El resto
del personal observaba la escena desde un silencio que hablaba por sà solo.
Nadie se oponÃa a Boram Lee.
Mil y una gracias a Vira por esta colaboración literaria de la cual veréis más relatos.
Twitter: @viragoach
Blog: https://aquiviragoach.wordpress.com/
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