Aún no habÃa enviado la carta, ya que me falta ponerle la cera para cerrar el sobre. IrÃa personalmente mañana a enviar la carta asà saldrÃa del palacio y conocerÃa un poco la capital del ducado.
Era la hora de la cena finalmente. Solo estábamos la duquesa y yo, cada una en una punta. No me querÃa cerca, pensé.
—Querida, me he enterado de que estabas escribiendo una carta a tu familia — inició una conversación en la cena, eso era nuevo.
—SÃ, excelencia. La llevaré mañana para que se la envÃen.
—Bien. Le pediré alguien que te acompañe como escolta.
Le agradecà su amabilidad. Era deber en realidad.
A la mañana siguiente, el mismo caballero que no me ni caso ayer, me estaba esperando en la entrada principal del palacio. Abrió las puertas del carruaje y me ayudó subirme en él. Detrás de mà entró al carruaje. En cuestión de media hora llegamos al centro de la capital, lugar donde se encontraba la oficina de correos.
El caballero no se despegaba de mà en ningún momento, pero tampoco me dirigió la palabra. Entré a la oficina con él. Notaba como las miradas de las más jóvenes se posaban en mÃ. SabÃan quién era. La armadura del caballero me delataba. El señor que me atendió en la oficina fue amable, no solo recibió mi petición de enviar mi carta, sino que me dijo que esperara un momento. A su vuelta vino con otra carta diferente. Era de mi padre. No la iba abrir en un lugar público, la guardé en el pequeño bolso que llevaba.
—Sir, ¿le importa si me acerco un momento a la tienda de moda de Alissa? —pregunté.
El caballero obligado me respondió.
—Excelencia, claro que puede ya que no vamos mal de tiempo.
Asà hice. Fui a la tienda de Alissa. Ya sé que luego a la tarde vendrÃa al palacio, pero querÃa ver que tenÃa en su tienda.
—¡Oh! Excelencia, ¡qué agradable sorpresa! —dijo Alissa.
—Hola. ¿Puedes enseñarme que enaguas tienes? Me urgen tener un par de recambio, ya que las que tengo están las pobres destrozadas... —dije un tanto avergonzada.
—Claro que sÃ. SÃgueme. ¿De qué tipo necesita? —preguntó la mujer mientras me enseñaba todo el género.
—De algodón.
Alissa me miró extrañada. Su cara de asombro lo decÃa todo.
—¿No, de seda o de un material más refinado?
—Algodón. Es a lo que estoy acostumbrada para la ropa de a diario.
Pagué las enaguas y me despedà de ella. Otra vez en el carruaje me fijé en el caballero.
—¿Te puedo preguntar algo, sir?
Asintió con la cabeza.
—¿Cuál es su nombre?
—Dorian.
—Encantada de conocerte Dorian. Gracias por haber venido conmigo, aunque no sea una tarea que hayas disfrutado realmente.
—Gracias, su excelencia. El honor es mÃo...
—¿Excelencia? —me harté que me dijeran ni una sola vez mi nombre desde que llegué —llámame alguna vez por mi nombre... —el caballero se me quedó mirando sorprendido por tal petición, pero sospeché que tampoco conocÃa mi nombre— me llamo Flossie.
El camino de vuelta a casa fue un tanto incómodo. Tal vez no tendrÃa que haber dicho lo del nombre, pero para mà era necesario. Necesita sentirme Flossie y no "su excelencia" o "mi señora" o "querida" ...
Llegamos al fin. Allà me esperaba la duquesa quien se sorprendió al ver mi repentina compra en la tienda de Alissa.
—Su excelencia, son unas enaguas nuevas que necesito asà tiró las viejas... —le dije antes de que preguntara lo que era.
—Querida, me parece perfecto...
Le corté. Estaba mal visto, pero puestos a que Ãbamos a ser familia decidà repetir lo de antes.
—Querida no, ¡Flossie! Ese es mi nombre, agradecerÃa que me llamaras por mi nombre alguna vez es a lo que estoy acostumbrada desde siempre, por favor... —añadà eso último para no parecer muy grosera.
—Flossie... ¿asà que ese era tu nombre? —dijo la duquesa.
Me quedé alucinando. Nadie de aquà sabÃa mi nombre...
—Lo siento, Flossie, nadie nos dijo tu nombre y me parecÃa inoportuno preguntarlo sin sonar...
—¿Asà que eso habÃa pasado? ¿Cómo es que no sabÃais mi nombre? ¿El emperador no os lo comunicó? —empecé a lanzar varias preguntas, ya mosqueada.
—No, ni siquiera el emperador sabÃa quien iba a venir. Solo conocÃamos el tÃtulo de tu padre y que tiene tres hijas en edad casamentera... —se defendió la duquesa.
Tras aquella revelación sobre mi nombre. Entramos al palacio. Parece que esto ayudo a que la duquesa no me tratara tan frÃamente durante el resto de la mañana. También es cierto que cuando llegué no habÃa nadie en el palacio. Mi primer encuentro con la duquesa fue hace quince dÃas en el jardÃn principal. Solo se presentó como duquesa y mi reacción decir que era la hija del Barón de Pink of Ferns, creyendo que el emperador o alguien habÃa comunicado quien era.
La propia duquesa vino a buscarme a la habitación para decirme que Alissa habÃa llegado con todo su sequito de diseñadores. De camino le pregunté a la duquesa por su nombre.
—¡Oh! Cierto, es culpa mÃa — se excusó— Mirana.
—Su nombre es precioso. ¿Significa paz y prosperidad no? —mi tono de voz era más alegre de lo que venÃa mostrando dÃas atrás.
—SÃ. ¿El tuyo? — me preguntó la duquesa.
—Florecer, mis padres escogieron Flossie porque nacà en primavera.
—Bonito detalle de tus padres.
Tras aquello seguimos hasta llegar un salón modesto.
—Hola Alissa, me alegro de volverte a ver —saludó Mirana.
—Hola—dije yo también.
—Buenas tardes, sus excelencias —la modista hizo una reverencia y tras ella el resto de sus acompañantes.
—Alissa, si me permites, Flossie tal vez se verÃa mejor con un diseño que no esté muy recargado teniendo en cuenta que no está acostumbrada a llevar vestidos de gala y de fiesta. Por otro lado, igual serÃa mejor que una tela no pesada sea la principal. El resto mejor que lo decida ella.
Agradecà que diese algunas orientaciones sobre la tela y un poco sobre el diseño. Esta mañana miré las revistas de moda que me prestó la duquesa.
—El escote podrÃa ser de corazón, me gusta mucho como se ve... Una capa de tul fina con un bordado fino plateado en la zona del broche para protegerme del frÃo. Ese bordado que forme parte del vestido y que sea del mismo color del hilo usado en la capa...
—¿Cómo quieres las mangas del vestido? — preguntó Alissa.
—Eh... ¿Mangas de estas que van por los brazos? —desconocÃa algunos términos de moda.
—¿Algo más? —preguntó Mirana.
—Rosa, la falda del vestido al menos... Y... ¿Pomposo? —esto último hizo reÃr a ambas mujeres.
Las dos mujeres dieron el visto bueno a mis decisiones. Alissa me enseñó algunas telas, no pude decirme por alguna asà que dejé que Mirana escogiera las más convenientes. Finalmente, la modista dijo que prepararÃa algunos diseños candidatos a ser mi futuro vestido. Respecto a los vestidos que usarÃa todos los dÃas, Mirana compró cuatro en total, los cuales en un par de semanas llegarÃan al palacio.
Me quedé a solas. La Gran Duques tenÃa una visita, unas amigas suyas habÃan venido y yo necesitaba descansar. AprovecharÃa este momento a leer la carta de mi padre.
Me tiré sobre la cama. Mis músculos agradecÃan estar echada. Suspiré profundamente. Cogà aire y lo solté varias veces. Me levanté de la cama y fui al escritorio a por el abrecartas. Abrà la emisiva. Mi primera carta.
Querida Flossie:
Yo, tus hermanas y tu madre esperamos que estés bien allÃ. ¿Has podido conocer al Gran Duque? ¿Te trata bien? Espero que sÃ.
Nuestro rey me ha comunicado que pronto recibiremos las recompensas. Gracias a tu esfuerzo y comprensión (y lealtad). Sin embargo, me ha pedido que te escriba para que alojes en el palacio durante toda su estancia al hijo del Marqués de Grassland. Lo sé, hija mÃa, habéis tenido varios roces entre vosotros los cuales no quiero ni recordar. Pero son órdenes de nuestro rey y lo más seguro el emperador de Heolyra también esté al tanto de ello. Ten cuidado de él. Ahora ya sabe que tienes dones.
Un abrazo fuerte,
Tu padre, el Barón de Pink of Ferns.
P.D.: Entre tú y yo, esa sanguijuela me merece algún castigo o disciplina si no se comporta contigo.
Frederick iba a venir y a quedarse aquà en donde estoy. Tengo que decÃrselo a la Gran Duquesa. Pero ahora no es el momento. Justo en este momento, una sirvienta llamó a la puerta.
—Adelante.
La sirvienta entró. Me traÃa el té que no habÃa podido tomar con la visita de Alissa. Aunque era algo tarde, me lo bebà de igual manera. Después fui al comedor en donde me esperaba Mirana con sus amigas. Sus amigas eran las esposas del Conde de Fireland y del Duque de Costa Cristal. Cenamos las cuatro juntas. Las tres mujeres estuvieron hablando sobre cómo extrañaban su juventud. Tras cenar al ser muy tarde, Mirana les ofreció pasar la noche.
Antes de irme a dormir, pedà a una sirvienta que le diera un papel a Mirana. En él indicaba la llegada del hijo del marqués. Al menos ella tenÃa que estar informada, luego en otro momento le dirÃa en mayor detalle.
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