Vals de Primavera /PARTE 1: EL INICIO/ Cap. 3

 



Aún no había enviado la carta, ya que me falta ponerle la cera para cerrar el sobre. Iría personalmente mañana a enviar la carta así saldría del palacio y conocería un poco la capital del ducado.

Era la hora de la cena finalmente. Solo estábamos la duquesa y yo, cada una en una punta. No me quería cerca, pensé.

—Querida, me he enterado de que estabas escribiendo una carta a tu familia — inició una conversación en la cena, eso era nuevo.

—Sí, excelencia. La llevaré mañana para que se la envíen.

—Bien. Le pediré alguien que te acompañe como escolta.

Le agradecí su amabilidad. Era deber en realidad.

A la mañana siguiente, el mismo caballero que no me ni caso ayer, me estaba esperando en la entrada principal del palacio. Abrió las puertas del carruaje y me ayudó subirme en él. Detrás de mí entró al carruaje. En cuestión de media hora llegamos al centro de la capital, lugar donde se encontraba la oficina de correos.

El caballero no se despegaba de mí en ningún momento, pero tampoco me dirigió la palabra. Entré a la oficina con él. Notaba como las miradas de las más jóvenes se posaban en mí. Sabían quién era. La armadura del caballero me delataba. El señor que me atendió en la oficina fue amable, no solo recibió mi petición de enviar mi carta, sino que me dijo que esperara un momento. A su vuelta vino con otra carta diferente. Era de mi padre. No la iba abrir en un lugar público, la guardé en el pequeño bolso que llevaba.

—Sir, ¿le importa si me acerco un momento a la tienda de moda de Alissa? —pregunté.

El caballero obligado me respondió.

—Excelencia, claro que puede ya que no vamos mal de tiempo.

Así hice. Fui a la tienda de Alissa. Ya sé que luego a la tarde vendría al palacio, pero quería ver que tenía en su tienda.

—¡Oh! Excelencia, ¡qué agradable sorpresa! —dijo Alissa.

—Hola. ¿Puedes enseñarme que enaguas tienes? Me urgen tener un par de recambio, ya que las que tengo están las pobres destrozadas... —dije un tanto avergonzada.

—Claro que sí. Sígueme. ¿De qué tipo necesita? —preguntó la mujer mientras me enseñaba todo el género.

—De algodón.

Alissa me miró extrañada. Su cara de asombro lo decía todo.

—¿No, de seda o de un material más refinado?

—Algodón. Es a lo que estoy acostumbrada para la ropa de a diario.

Pagué las enaguas y me despedí de ella. Otra vez en el carruaje me fijé en el caballero.

—¿Te puedo preguntar algo, sir?

Asintió con la cabeza.

—¿Cuál es su nombre?

—Dorian.

—Encantada de conocerte Dorian. Gracias por haber venido conmigo, aunque no sea una tarea que hayas disfrutado realmente.

—Gracias, su excelencia. El honor es mío...

—¿Excelencia? —me harté que me dijeran ni una sola vez mi nombre desde que llegué —llámame alguna vez por mi nombre... —el caballero se me quedó mirando sorprendido por tal petición, pero sospeché que tampoco conocía mi nombre— me llamo Flossie.

El camino de vuelta a casa fue un tanto incómodo. Tal vez no tendría que haber dicho lo del nombre, pero para mí era necesario. Necesita sentirme Flossie y no "su excelencia" o "mi señora" o "querida" ...

Llegamos al fin. Allí me esperaba la duquesa quien se sorprendió al ver mi repentina compra en la tienda de Alissa.

—Su excelencia, son unas enaguas nuevas que necesito así tiró las viejas... —le dije antes de que preguntara lo que era.

—Querida, me parece perfecto...

Le corté. Estaba mal visto, pero puestos a que íbamos a ser familia decidí repetir lo de antes.

—Querida no, ¡Flossie! Ese es mi nombre, agradecería que me llamaras por mi nombre alguna vez es a lo que estoy acostumbrada desde siempre, por favor... —añadí eso último para no parecer muy grosera.

—Flossie... ¿así que ese era tu nombre? —dijo la duquesa.

Me quedé alucinando. Nadie de aquí sabía mi nombre...

—Lo siento, Flossie, nadie nos dijo tu nombre y me parecía inoportuno preguntarlo sin sonar...

—¿Así que eso había pasado? ¿Cómo es que no sabíais mi nombre? ¿El emperador no os lo comunicó? —empecé a lanzar varias preguntas, ya mosqueada.

—No, ni siquiera el emperador sabía quien iba a venir. Solo conocíamos el título de tu padre y que tiene tres hijas en edad casamentera... —se defendió la duquesa.

Tras aquella revelación sobre mi nombre. Entramos al palacio. Parece que esto ayudo a que la duquesa no me tratara tan fríamente durante el resto de la mañana. También es cierto que cuando llegué no había nadie en el palacio. Mi primer encuentro con la duquesa fue hace quince días en el jardín principal. Solo se presentó como duquesa y mi reacción decir que era la hija del Barón de Pink of Ferns, creyendo que el emperador o alguien había comunicado quien era.

La propia duquesa vino a buscarme a la habitación para decirme que Alissa había llegado con todo su sequito de diseñadores. De camino le pregunté a la duquesa por su nombre.

—¡Oh! Cierto, es culpa mía — se excusó— Mirana.

—Su nombre es precioso. ¿Significa paz y prosperidad no? —mi tono de voz era más alegre de lo que venía mostrando días atrás.

—Sí. ¿El tuyo? — me preguntó la duquesa.

—Florecer, mis padres escogieron Flossie porque nací en primavera.

—Bonito detalle de tus padres.

Tras aquello seguimos hasta llegar un salón modesto.

—Hola Alissa, me alegro de volverte a ver —saludó Mirana.

—Hola—dije yo también.

—Buenas tardes, sus excelencias —la modista hizo una reverencia y tras ella el resto de sus acompañantes.

—Alissa, si me permites, Flossie tal vez se vería mejor con un diseño que no esté muy recargado teniendo en cuenta que no está acostumbrada a llevar vestidos de gala y de fiesta. Por otro lado, igual sería mejor que una tela no pesada sea la principal. El resto mejor que lo decida ella.

Agradecí que diese algunas orientaciones sobre la tela y un poco sobre el diseño. Esta mañana miré las revistas de moda que me prestó la duquesa.

—El escote podría ser de corazón, me gusta mucho como se ve... Una capa de tul fina con un bordado fino plateado en la zona del broche para protegerme del frío. Ese bordado que forme parte del vestido y que sea del mismo color del hilo usado en la capa...

—¿Cómo quieres las mangas del vestido? — preguntó Alissa.

—Eh... ¿Mangas de estas que van por los brazos? —desconocía algunos términos de moda.

—¿Algo más? —preguntó Mirana.

—Rosa, la falda del vestido al menos... Y... ¿Pomposo? —esto último hizo reír a ambas mujeres.

Las dos mujeres dieron el visto bueno a mis decisiones. Alissa me enseñó algunas telas, no pude decirme por alguna así que dejé que Mirana escogiera las más convenientes. Finalmente, la modista dijo que prepararía algunos diseños candidatos a ser mi futuro vestido. Respecto a los vestidos que usaría todos los días, Mirana compró cuatro en total, los cuales en un par de semanas llegarían al palacio.

Me quedé a solas. La Gran Duques tenía una visita, unas amigas suyas habían venido y yo necesitaba descansar. Aprovecharía este momento a leer la carta de mi padre.

Me tiré sobre la cama. Mis músculos agradecían estar echada. Suspiré profundamente. Cogí aire y lo solté varias veces. Me levanté de la cama y fui al escritorio a por el abrecartas. Abrí la emisiva. Mi primera carta.

Querida Flossie:

Yo, tus hermanas y tu madre esperamos que estés bien allí. ¿Has podido conocer al Gran Duque? ¿Te trata bien? Espero que sí.

Nuestro rey me ha comunicado que pronto recibiremos las recompensas. Gracias a tu esfuerzo y comprensión (y lealtad). Sin embargo, me ha pedido que te escriba para que alojes en el palacio durante toda su estancia al hijo del Marqués de Grassland. Lo sé, hija mía, habéis tenido varios roces entre vosotros los cuales no quiero ni recordar. Pero son órdenes de nuestro rey y lo más seguro el emperador de Heolyra también esté al tanto de ello. Ten cuidado de él. Ahora ya sabe que tienes dones.

Un abrazo fuerte,

Tu padre, el Barón de Pink of Ferns.

P.D.: Entre tú y yo, esa sanguijuela me merece algún castigo o disciplina si no se comporta contigo.

Frederick iba a venir y a quedarse aquí en donde estoy. Tengo que decírselo a la Gran Duquesa. Pero ahora no es el momento. Justo en este momento, una sirvienta llamó a la puerta.

—Adelante.

La sirvienta entró. Me traía el té que no había podido tomar con la visita de Alissa. Aunque era algo tarde, me lo bebí de igual manera. Después fui al comedor en donde me esperaba Mirana con sus amigas. Sus amigas eran las esposas del Conde de Fireland y del Duque de Costa Cristal. Cenamos las cuatro juntas. Las tres mujeres estuvieron hablando sobre cómo extrañaban su juventud. Tras cenar al ser muy tarde, Mirana les ofreció pasar la noche.

Antes de irme a dormir, pedí a una sirvienta que le diera un papel a Mirana. En él indicaba la llegada del hijo del marqués. Al menos ella tenía que estar informada, luego en otro momento le diría en mayor detalle.

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