Matrimonio feliz I

Mi padre me había comprometido con un general que acaba de ser ascendido por todos sus logros en las guerras. No lo conocía aún porque casi apenas salía de la casa más para lo estrict
amente necesario. El compromiso no se haría oficial hasta que una casamentera venga a nuestra residencia con los regalos de compromiso por parte de la familia del genera. Aun quedaba tiempo, no mucho, pero había algo para pedir a una sirviente que intentara averiguar algo más sobre él.

Mis tías quienes venía a menudo a visitarnos intentaban convencer a mi padre de que me abandonara. Las gumihos no son bien vistas en la actualidad. Se han esparcido rumores falsos o invenciones en contra nuestra. Me incluyo a mi misma. Mi madre era una gumiho y yo también a pesar de ser hija de un humano. La mezcla de gumiho con humanos siempre darían gumihos mujeres, nunca hombres. Pero si había una mezcla con otra criatura dependería del tipo de unión.

Mientras estaba perdida entre mis propios pensamientos, una sirvienta entró a mi habitación. Hizo una reverencia y colocó la cena en la mesa. La observaba como colocaba los platos y los cubiertos. Antes de que se fuera noté como que quería decir algo.

-¡Adelante! Di lo que tengas que hablar -le indiqué.

-Señorita, no se enfade... pero conoce la situación de su familia... Me he enterado de que su matrimonio se debe a la presión de sus tías.

No me sorprendió en absoluto. Si me casaba tenía que abandonar la residencia de mi padre y al ser no podía ser su heredera como tal, así que lo más seguro alguno de mis primos heredaría el título de mi padre y sus posesiones. Lamentable, la verdad, pero esa es la realidad de esta sociedad feudal.

-Intenta averiguar todo lo que puedas, como el nombre, la edad y familia del general. Te daré algo de dinero por si tuvieras que hacer chantaje alguien para que no sepa que te he enviado.

Fui abrir un pequeño armario y rebusqué en el fondo de este. Saqué un saquito con el dinero suficiente para su labor.

La sirvienta asintió y se marchó llevándose con ella la bandeja con la que había traído la comida.

Al poco, mi padre entró. Su frotaba la barba mientras su rostro era serio. Se sentó al otro lado de la mesa y fijó su mirada sobre mí.

-Boram, dentro de dos días vendrá la casamentera con un séquito de oficiales bajo el mando del general. Esta unión es buena para ti, porque me ha prometido que te cuidará y te tratara bien. Confía mí.

Miraba a mi padre sin mostrar expresión alguna. Podría ser cierto lo que había señalado como también lo era el hecho de la influencia de mis tías. En especial, la hermana mayor de mi padre, quien era un concubina del rey. No salía con frecuencia, pero mi padre si que iba casi todos los días al palacio a las reuniones convocadas por su Majestad y de paso aprovechaba a visitar a mi tía.

Un día quedaba.

Mi sirvienta no me traía noticias sobre mi prometido.

Día del compromiso.

Sigo sin tener noticias. Escucho a uno de primos decir animadamente que pronto la lucha por la herencia empezará. Se nota que no me quieren. Las sirvientas que me preparan para el compromiso chismean sobre como será el general. Algunas dicen que tiene la edad de mi padre, otras creen que es un viudo con hijos, y otras optan por no opinan. De repente, entra corriendo rompiendo las reglas de la casa mi sirvienta.

-¡Señorita Boram! He conseguido algo de información. Usted es su primera esposa, será la esposa principal, nunca ha estado casado y es joven, sin hijos ilegítimos. Aunque sobre su familia, creo que es huérfano.

Por lo menos, mi padre se había ocupado de que tenga una buena posición dentro del matrimonio. Había mujeres con poca suerte. Punto para mi padre en ese aspecto.

-¡Ah! Y casi están aquí – su entusiasmo se notó bastante.

-¿Ya? Si aún no es la hora propicia.

El resto de sirvientas comenzaron a apresurarse.



 

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