Matrimonio feliz II

Lo normal en el día de la boda, la no
via tenía que ir a una litera que la esperaba, esa misma litera llevado por los sirvientes, la llevaría a la casa de su futuro marido. Allí se haría la ceremonia. En este caso, el propio general vino en persona para escoltarla junto con los sirvientes hasta su casa. Boram salió con el rostro tapado tal como es tradición y con un hanbok de color rojo ceremonial de boda. Se subió a la litera. Notó como esta se movía en el trayecto. Cuando finalmente llegó a la casa de su marido. Se bajó de la litera y se adentro dentro de la casa bajo la mirada atenta de todos los invitados. En el vestíbulo principal de la casa estaba el novio esperando, pues este había acelerado el paso para llegar antes que ella a la casa, unos metros antes de llegar. Un amigo del novio fue el encargado de oficiar la boda puesto que de normal serían los padres del novio, pero al ser huérfano...

La ceremonia finalizó sin problemas. Ahora tocaba la parte más tediosa. La espera a la llegada de la noche de bodas. Ella estaba encerrada en la habitación con decoraciones rojas y amuletos sin poder comer nada mientras el general estaba disfrutando con los invitados afuera comiendo y bebiendo, riendo también.

Finalmente, el general entró a la habitación borracho. Boram tenía miedo. Miedo a que le hiciera daño estando en ese estado. Todavía no se había descubierto el rostro, debía hacerlo el que ahora es su marido. Se acercó a ella y de un manotazo tiró el abanico al suelo. De repente calló sobre ella y se quedó dormido. Boram percibía el olor a alcohol, para ella era aún más fuerte debido su sensibilidad olfativa heredada de su madre.

Al día siguiente, Boram al despertar no vio al general en la habitación. Se habían quedados dormidos con las ropas puestas de la ceremonia, por lo que el matrimonio no se había consumado todavía. En cierto modo Boram estaba aliviada.

Unas sirvientas entraron a la habitación mientras saludaron a su señora. Una de ellas empezó a preparar la ropa que debía de llevar la gumiho durante el día de hoy. La otra ayudó a la mujer a levantarse y a prepararle un baño de agua caliente. Entre las dos sirvientas prepararon a Boram. La nueva señora de la casa estaba lista para desayunar, pero antes debía ir a ofrecer sus respetos a las tabletas familiares y a su esposo, quien ya estaba ahí.

-Buenos días, Boram -le saludó el general – no te quería despertar tan temprano y como no tengo padres realmente daba un poco igual a que irá debemos prestar nuestros respetos a los ancestros del clan.

-Buenos días, general -le respondió ella con la cabeza baja.

Su marido la miró, parece que le molestó algo.

-Si vamos a vivir como esposo y esposa, lo mejor será que me llames por mi nombre, ¿no crees? -la mujer enarcó una ceja por la sorpresa-, será lo mejor para volvernos más cercanos el uno con el otro.

La gumiho aceptó.

Mientras prestaban sus respetos. A Boram le volvió a invadir el miedo. Ella sabía que era diferente a los humanos, pero desconocía si su esposo estaba enterado de hoy. Wang Chun Jiang se percató de ello.

-¿Te preocupa algo? Puedes confiar en mí, aunque no nos conozcamos del todo. Ahora que eres mi esposa, te cuidaré y te protegeré.

La mujer dubitativa decidió hablar.

-Está bien... -dijo resignada -. No sé si mi padre te ha dicho de mi condición...

-¿Estás bien? ¿Estás enferma?

-No es eso... - se apuró en contestar- Es más bien que no soy humana...

Chun Jiang se echó a reír.

-Tranquila... Ya sé que eres una gumiho. No pasa nada... Aunque ahora la gente empiece a menospreciar a las gumihos, no quiere decir que todas seáis malas. Sois deides de aquí de la tierra y de la cosecha...

Boram no se creía lo que estaba escuchando. Por primera vez alguien en mucho tiempo alguien no le temía aparte de su padre.

Chun Jiang miró a su esposa. Le dijo que podía a ir desayunar. Él no desayunaría con ella porque tenía que ir al palacio. 



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