En la capital de Heolyra Dynasty, se encuentra el palacio real. Allà el Gran Duque Stormlord está reunido con el emperador. Ambos hablan de cómo resolver el problema de la hambruna en la zona fronteriza con Aubrosan Kingdom. Tras la guerra los pueblos de alrededor se están empezando a recuperar paulatinamente. La guerra acabó con la cosecha. Muchos de pueblerinos se vieron forzados a cambiar sus vidas, yéndose a pueblos vecinos o venirse a la capital. Los que decidieron quedarse están sufriendo ahora todas las consecuencias de la guerra.
—Su Majestad, creo que deberÃamos primero reforzar la seguridad de los caminos que usan habitualmente los mercaderes y comerciantes de la zona para asegurar la llegada de los alimentos más básicos. Pondré a su disposición a parte de mi ejército personal —dijo el Gran Duque.
El emperador observaba a su sobrino.
—¿Alguien más quiere decir algo? — preguntó el emperador.
El lugar de la reunión era una sala en la que estaban algunos nobles, principalmente, los de la zona más afectada. Permanecieron calladas hasta que uno de ellos habló.
—Excelencia, no creo que sea suficiente con asegurar el camino. El problema no erradica ahÃ. Hay que resolver de donde vamos a sacar tanta comida cuando ni siquiera en la propia capital hay suficientes vÃveres. Además, hay que sumar que tras toda hambruna y guerra viene una epidemia de peste negra o de lepre por la mala higiene y malas condiciones de la sociedad. DeberÃamos prepararnos por si acaso, enviando doctores y medicamentos antes de que un hecho asà suceda. De esta manera podremos tener el principio controlado.
—Está bien tener en cuenta la situación, pero, sir, lo mejor es enviar los alimentos al pueblo. Buscaremos primero la manera de asegurar los caminos y después como conseguir los alimentos que más escasean, tal vez, negociando con los reinos vecinos —sentenció el emperador.
Todos acataron su decisión. La reunión se terminó. La pareja de tÃo y sobrino se quedaron un rato hablando sobre la prometida.
—Sobrino, ¿Cuándo irás a tu palacio? Tu madre está preocupada de que tu nueva prometida no te haya conocido aún y que esta se muestre reacia contigo...
—Majestad, no tengo pensado volver. Quiero dejar zanjado el tema de los caminos y dar las órdenes oportunas al ejército. No creo que alguien de tan bajo linaje de otro reino se comporte asà conmigo y más aún cuando estamos comprometidos por un tratado de paz... —reprochó el joven.
El emperador no podÃa creer como su sobrino podÃa ser más amable. Siempre lo ha visto obsesionado con cumplir su deber con el Imperio. Era hora de que él se relajara un poco y formara una familia. Aunque lo habÃa intentado con varias prometidas, pero eso no iba a significar que se fuese a rendir con su sobrino. Además, su hermana, Mirana, le matarÃa como vuelva a suceder que otra prometida rompa el compromiso. Si no fuese porque su hermana era mujer, ella serÃa ahora la emperatriz quien gobernara el Imperio.
—No debes pensar asÃ... Sabes que lo he hecho por tu propio bien. Tu madre espera que algún dÃa formes tu propia familia.
El Gran Duque no contestó. Se quedó callado. No querÃa hablar más sobre el asunto. El simple hecho de pensar sobre ello le daba dolor de cabeza. Es cierto que no podÃa demorar mucho más el conocer a la que era su prometida. Su madre le habÃa enviado alguna emisiva contándole sobre ella. La más reciente era sobre que los ropajes no eran los adecuados para una dama como ella, no habÃa recibido suficiente educación y que recientemente habÃan intercambiado sus nombres. Flossie. Ese es su nombre. ¿Será como su nombre indica? ¿O será una arpÃa que va detrás de su dinero, fama, honor y reconocimiento? Pensó el joven. Aunque no fuese al palacio dentro de un mes aproximadamente la conocerÃa en el baile que su tÃo habÃa decidido organizar.
—TÃo —dijo el joven aprovechando el momento de privacidad en los aposentos personales del emperador—, lo más seguro es que en el baile la vea asà que no creo que debas preocuparte mucho...
El emperador observó a su sobrino. Durante toda la conversación que habÃan estado teniendo, habÃa ido desde la sala hasta sus aposentos, no era su habitación sino una pequeña sala de estar. Ahora dentro de ella se dio cuenta la presencia del prÃncipe heredero. Este saludó a su padre y a su primo. Los tres se sentaron en el sofá que estaba en el centro de la sala y una sirvienta les dio unas copas de whisky. Ese momento familiar se vio interrumpido por la llegada del secretario del rey que lo reclamaba para continuar con sus deberes. El prÃncipe y el Gran Duque se quedaron solos. Estuvieron hablando sobre la prometida del Gran Duque y también de la princesa Zielle. Como hermano mayor de la princesa, el prÃncipe conocÃa los sentimientos de su hermana y como está habÃa intentado convencer a su padre que rompiera el compromiso de su primo para que fuese ella la afortunada. El emperador tenÃa en mente otro tipo de matrimonio para su única hija. No querÃa entrelazar a los primos solo por el caprichoso de una joven que no conocÃa la realidad de la sociedad.
Zielle apareció en la sala. TenÃa como un radar mágico que le permitÃa detectar donde se encontraba su primo. Ese radar eran las sirvientas y doncellas. Siempre hablaban de cualquier persona que entraba y salÃa del palacio por lo que era fácil enterarse de quien o quienes visitaban el palacio. Saludó al Gran Duque sin hacer caso a su propio hermano. Se sentó entre ambos mientras agarraba de un brazo al joven apuesto.
—¿De qué habláis? —preguntó haciéndose la ingenua.
La princesa sabia cual era de tema de conversación en su familia últimamente. El compromiso de su primo. HabÃa intentado romperlo por la vÃa más directa. Ahora tendrÃa que urdir algún plan para deshacer de esa joven. La odiaba por el simple hecho de amargarle su unión con su primo.
—¡Ah! ¿De tu prometida? —la ironÃa de su voz era notable.
Su hermano le respondió afirmativamente.
—Y bueno... algo tienes que saber de ella, ¿no?
El prÃncipe heredero a veces no soportaba a su hermana. VeÃa venir el interés de ella. No podÃa pararla. EncontrarÃa la manera de conseguir lo que quiere.
—SÃ. Se llama Flossie, es la tercera hija del Barón de Pink of Ferns. Mi madre va a contratar a unos tutores para que le enseñen lo básico de etiqueta y baile —dijo sin más el Gran Duque.
La princesa tenÃa algunos datos de interés. Ahora solo le quedaba hacer un plan adecuado para acabar con ese posible matrimonio.
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